jueves, 17 de abril de 2014

29 de noviembre

29 de noviembre. Por poner un día cualquiera, el 4 de abril también podría valer. ¿Una hora? Las cinco y media de la tarde. Abrió su armario en busca de algo que estaba allí guardado: una caja. La caja que con más cariño y cuidado había guardado nunca. Dentro de la caja, algo tan simple como un regalo. Pero no un regalo como los que trae Papá Noel, sino un regalo de verdad. Algo que no es simplemente una cosa material, con un precio. Algo que, aunque tenga precio, vale más que eso, y no se puede comprar. Eso es un regalo, y allí guardado había uno. Obviamente era un regalo que él iba a dar a alguien. A alguien especial. No todos los regalos se guardan con igual mimo, y este había sido cuidadosamente conservado y preparado. Cogió la caja, la guardó en una bolsa para cubrirla y transportarla y salió de casa.

Seis menos cuarto. Allí estaba ella. Iba a dar un pequeño concierto, tocaba la guitarra, y le dijo que fuera a verla. Él tenía poco interés en el concierto. Realmente, a él lo que le importaba era lo que pasaría después del concierto. En su mano izquierda, la bolsa con la caja dentro. No obstante, como aficionado a la música, disfrutó del concierto y aplaudió cada nota que salía de las cuerdas de la guitarra y de los dedos de ella. A cada canción que pasaba crecían sus nervios. Se acercaba el final. Ese final que deseaba en igual medida que miedo le tenía, mezcla de sentimientos provocada por esa pugna que aparece siempre en los humanos entre las ganas de descubrir y de conocer y el conocimiento de que la sabiduría, la inteligencia y la verdad pueden provocar infelicidad y sufrimiento. Sin embargo, tarde o temprano todo llega. Todo. Era la última canción.

Sonó la última nota. Todo el público rompió en aplausos, y los músicos saludaron, incluido ella. Dejó la guitarra y comenzó a recoger. Su madre, allí presente,  le ayudó en esa tarea. Mientras, él tenía mariposas en el estómago, un nudo en la garganta, y todo aquello que pudiera atribuirse a los nervios provocados por el amor. Ella acabó de recoger, y él se acercó para abrazarla. Se acercó, y con cuidado, pues llevaba la bolsa en su mano derecha, la abrazó cariñosamente.
-              
      -Tengo algo para ti.
-          - Lo sé – dijo sonriendo.
-          - Vamos fuera. Aquí hay mucha gente – dijo él, sonriendo también.

Salieron fuera, y sintiéndolo mucho, un servidor no encuentra palabras para describir los nervios de él. Ella, sin embargo, fría pero sonriente, ajena a todo por lo que él estaba pasando, mantenía su sonrisa y la alegría de alguien que no se preocupa demasiado por cosas que merecen poco la pena. Los nervios casi le impedían articular un “toma, para ti”. No obstante, él hizo lo que pudo, ella hizo por entender, y él la ofreció su regalo. Ella lo sacó de la bolsa con cuidado, y vio la caja. “Ábrelo”, se oyó balbucear. Ella le hizo caso, y dentro estaba su regalo. Unas baquetas (ella estaba aprendiendo a tocar la batería, como él), con su nombre y una frase de su canción favorita serigrafiados; unas golosinas, que le encantaban y una carta escrita con todo el cariño del mundo, dentro de una caja acolchada con algodón. Seguramente no le habrían hecho ningún regalo igual en su vida. Se hizo el silencio. Le miró. La miró. Pasaron unos segundos… “Muchísimas gracias”. Le abrazó fuertemente. Le volvió a mirar. “Me tengo que ir. Me están esperando. Muchísimas gracias, de verdad”. Le abrazó otra vez, le dio un beso en la mejilla y se marchó.

Él la vio marcharse, con esos andares que tan poco se parecían a los de una modelo, casi con lágrimas en los ojos. La quería. Sin duda alguna la quería. “Nadie se puede resistir a detalles como ese”, le decían. “Es más fría que un carámbano”, contestaba. “Sé valiente”, le decían. “Ojalá fuera tan sencillo”, contestaba. “Sé optimista”, le decían también. “Soy realista”, él volvía a contestar.


Se guardó las manos en los bolsillos. Ya no tenía nada que llevar en las manos. Volvió a su casa, con esa sensación que ya conocía, y que hace unos días esperaba que sentiría en ese momento: La sensación de que su esfuerzo, su cariño y la inversión de su tiempo por una persona no iba a dar ningún resultado. La opinión de la mayoría respecto a ese pensamiento era contraria. No obstante, él, una vez más, volvía a tener razón.

Pensamientos II

Y cuando llegue ese día… Porque sabes que llegará. Y que lo deseas tanto como lo temes. Llegará. Te sentarás a su lado, la mirarás a los ojos… Le abrirás tu corazón, se te caerá una lágrima… Todo para nada. Para que lo máximo que consigas sea que se sienta incómoda. Pero todo el mundo insiste en que hay que hacerlo. Y yo aun no entiendo por qué. Soy hombre de ciencias, me baso en la experiencia…  Y mi experiencia lo último que me dice es que haga eso. Pero lo haré. ¿Por qué? Supongo que porque hay que hacerlo. Y si hay que hacerlo, no se puede cuestionar. Poner en riesgo todo para no ganar nada… Qué irónico. Qué irónica es la vida, ¿verdad? Estas cosas que son igualmente malas tanto si las haces como si no… Me sacan de quicio. No puedes vivir con ello dentro, porque acabará contigo. Y en el momento en que lo sueltes, sabes que algo que te incumbe acabará. Algo que aprecias y no quieres perder. Así es la vida. Así es la inutilidad y la inexorabilidad de los sentimientos. “El amor es tan necesario como el comer, pero no alimenta”. Descanse en paz, señor García Márquez. Con usted aprendí que nacemos solos, vivimos solos y morimos solos, pero no sé por qué sigo empeñándome en no vivir solo y en no morir solo. Supongo que acabaría antes asumiendo mi soledad durante los 60 o 70 años de vida que con un poco de suerte me quedan. No serán cien años, pero casi. Poco a poco, año a año que pasa mi alma se pudre por dentro cada vez un poquito más, y mientras, por fuera intento no perder la esperanza, luchar contra lo inevitable. Te quiero. Me quieres. No obstante, seguiré solo. Tú ya solucionarás tus problemas, presupongo que cuando te apetezca y con bastante facilidad. Es la vida que en suerte o en desgracia me ha tocado. Ver pasar la vida de los demás solo. Ayudándoles a ir a través de ella, sin que a nadie, absolutamente a nadie le importe la tuya. Y no puedo culpar a nadie por ello. Es tu vida, apáñatelas como puedas. Si quieres ayudarme, allá tú. Pero es lo que hay que hacer. Y si hay que hacerlo, no se puede cuestionar. O al menos yo no lo voy a hacer. Sí, hay nombres detrás de esto, en concreto uno… Pero es inútil decirlo. Seguramente ya sepa, sin necesidad de leer esto, todo lo que pasa. Y si en algún momento lo lee (cosa que dudo), simplemente se lo dejará más claro. En fin, siento ya que escribo por escribir, por agotar el folio y todavía me queda un trecho… Supongo que la cosa no da para más. Está todo bien claro, transparente casi. Aunque yo lo veo todo de color negro. Qué curioso. Jamás en la vida he tenido un diario y ahora, a mis años, me pongo a escribir estas cosas que no le importan a nadie y que además tendré la desfachatez de publicar, aunque no lo vaya a leer nadie. Antes por lo menos me dedicaba a escribir historias. Ahora solo me sale bazofia de este estilo. Espero reencontrarme algún día con mis relatos, aunque tengo uno pendiente de publicar. Si alguien ha leído hasta aquí… Le pido perdón por haberle hecho perder el tiempo. Si esta hoja de papel fuera física, la prendería fuego sin pensármelo dos veces. Sería lo mejor. Quemaría mis malos sentimientos y no aburriría a nadie. Pero en fin, lo que hay que hacer, hay que hacerlo, y lo que no se puede hacer, no se puede. Y cuando se quiere hacer, no se debe y no se va a poder… Sin palabras, ¿verdad? Pues en esas me encuentro yo. En definitiva, 80 años de soledad.

viernes, 27 de septiembre de 2013

La ventana

Miró por la ventana el paisaje. Era un paisaje bonito. Se oía jaleo desde fuera. Descolgó la ventana de la pared y la apoyó cuidadosamente en el suelo. No obstante, el cristal se había roto. Pequeños cristales se esparcían alrededor de la ventana. Abrió la otra ventana, se asomó por ella y estupefacto por el bullicio y la multitud, decidió cerrarla. No sabía qué hacer. Él no había hecho daño a nadie. Cogió la ventana del suelo, con sumo cuidado, se sentó en la cama, y volvió a mirar por la ventana.

-Es que es m… muy… muy bonita… Normal que tanta gente la quiera…

Volvió a dejar la ventana en el suelo, con mucho cuidado, y volvió a asomarse por la ventana.

-Caballero, no pretendemos hacerle daño. Sólo queremos que nos de la ventana, por favor.

-En… En… Entonces, ¿po… por qué detrás de… de… de usted hay ci… cinco personas con pistolas?

-Sólo es protocolo, por si hay algún problema. Créame, no pretendo engañarle. Sabe lo que tiene que hacer.

La ventana es muy bonita sí… Pero el señor tiene razón… Sé lo que tengo que hacer. Lo que he hecho no está bien. No, no lo está. Hasta alguien como yo sabe eso. Si me han perseguido desde que cogí la ventana, sus motivos tendrán… Sí, es bonita… ¿La querrán por eso? Porque si es por eso, me la quedo yo… No, no debe de ser por eso… Afuera hay mucha gente, coches, furgonetas, personas armadas… ¿Tan importante es? Sólo es una ventana… Bonita pero una ventana… Si tanto interés tienen… Sí, quizá deba devolverla. Pero es que es tan bonita… Con su hierba y sus arbolitos… Pero está rota. ¿Para qué quiero yo una ventana rota? Una última mirada y la devuelvo… Espero que si la devuelvo la lleven donde la cogí, así podré ir a verla cuando pueda… Sí, la colgaré en la pared, la miraré una última vez y la devolveré.

Cogió la ventana y la colgó en el mismo sitio del cual la había descolgado hace escasos minutos, la colocó perfectamente, y la miró, concentrado, muy fijamente, durante un par de minutos.

-Caballero, por favor, insisto en que nos lo devuelva. Todo irá bien si baja y nos lo entrega. No tenga miedo. – Escuchaba de fondo mientras miraba a la ventana--.

Derramaba pequeñas lágrimas mirando la ventana. Sabía que la iba a perder. Pero iba a estar cerca, y era lo que tenía que hacer. Se secó las lágrimas, y abrió la otra ventana.

-Vo… Voy a bajar. Ense… Enseguida estoy.

-Aquí estaremos. Estese tranquilo.

Descolgó la ventana, la agarró con cuidado, aunque ya estaba rota, y bajó cautelosamente por las escaleras. Un pasito, otro, otro… Con cuidado de no romper el paisaje de la ventana. Otro pasito, otro más y el último. Abrió la puerta. Cinco policías con fusiles le apuntaban directamente. Detrás un montón de curiosos, tres furgones policiales y un furgón blindado, negro, muy discreto. El señor que, con un megáfono, había estado hablando con él a través de la otra ventana, se volvió a dirigir a él.

-Voy a acercarme a usted para que me entregue el lienzo. Yo solo. No se preocupe por los hombres armados.
-De… De… De a… acuerdo.

Relajadamente se acercó el señor del megáfono. Cualquiera se acercaría con tranquilidad si le protegen cinco fusiles.

-¿Me lo devuelves, por favor?

Sin pronunciar palabra, le entregó la ventana, mientras se le escapaban algunas lágrimas. El hombre del megáfono le hizo una pequeña carantoña y dio media vuelta, volviendo por el mismo camino por el que fue. Entregó la ventana a otra persona, que la introdujo en el furgón blindado.

-Por favor, que nada parecido vuelva a ocurrir.

-Por supuesto. Suficiente susto hemos tenido ya con este. – Contestó el señor del megáfono--.

Los policías se repartieron en los furgones, que partieron escoltando al otro donde estaba la ventana. Los curiosos empezaron a diseminarse. Llorando por la pérdida de la ventana se quedaba él. Pero no podía hacer otra cosa. No debió haberlo hecho desde un principio. Pero era tan bonita… Le consolaba el hecho de que podía ir a visitarla cuando quisiera. Iban a llevarla al lugar de donde la cogió, al lugar que le corresponde.

Después de este último pensamiento, esbozó una pequeña sonrisa y entró en casa.

Hay que reconocer que la ventana era realmente bonita… Y que cualquiera querría tener esa ventana en su casa.






lunes, 17 de junio de 2013

Pensamientos

2:27 A.M. Quizá debiera irme a dormir. Pero, ¿para qué? Hay formas mejores de perder el tiempo. En realidad no tengo sueño, pero no tengo qué hacer. Suena música. Disturbed. Me encantan. La tele esta puesta, pero como si no lo estuviera, está para iluminar un poco la oscuridad de mi cuarto. Yo, delante del ordenador, aburrido. No hay nada peor que un escritor sin inspiración. No tengo sueño, quiero escribir. Pero no hay manera. Recuerdo… Pero, ¿para qué recordar? No me va a llevar a nada nuevo, sino a lo pasado, y eso solo vale para hacerme daño. Pero es inevitable recordar. Y no puedes recordar nada bueno. 2:29. A estas horas no es posible recordar nada bueno. Hoy murió una señora de mi pueblo. Estaba ya enferma, tarde o temprano nos toca a todos. Y recordar eso seguramente sea lo peor de la noche. Tarde o temprano nos toca a todos. Pero mirado por otro lado, quizá pueda ser hasta positivo. Golpeo las teclas del ordenador como si se tratara de una batería. La música me inspira, pero no para escribir nada. Realmente, tengo muy malas experiencias de lo último que escribí… Cartas, poemas… Todo caerá en el olvido, o seguramente no, y eso será mucho peor. Todo por una persona… Joder, la quiero, la echo de menos… Cuatro días, solo cuatro días… En fin, tocará hacerlo. No pensar, lo mejor es no pensar… Ya lo decía Luis Martín Santos. No hay que pensar en lo que ya está hecho. Nada interesante en Twitter. ¿Desde cuándo hay cosas interesantes en Twitter? Que cosas tengo… I’m Alive… Disturbed. Estoy vivo. Eso parece. Si no lo estuviera, no sufriría tanto. Toda la vida es sufrimiento. Al final, hasta va a ser verdad. Hace mucho que no pongo nada en el blog… Y no se me ocurre nada, joder. No hay manera. Ni ella, ni algo que me haga feliz… Con ella… No puede salirme nada bueno… O una ñoñería o un relato violento donde volcar toda mi frustración… En fin, ella no tiene la culpa, supongo. Si, ella tiene nombre, pero… ¿para qué ponerlo, si todos sabemos quién es?  2:36. Joder, como pasa el tiempo… Y yo aquí perdiéndolo. Bueno, en realidad, ¿qué es la vida, sino la mejor forma de perder el tiempo? En realidad trato de escribir algo, crear, un poco de… ¿arte? No sé si lo que escribo de verdad merece llamarse así, es una categoría muy alta. Arte… Si, el mismo que en Art Attack. “Hoy, artemaníacos, aprendamos a cómo escribir vuestro propio relato basura”. Arte, digo… Soy un blasfemo. Y eso que no acostumbro a cagarme en Dios. En serio, ¿qué sigo haciendo aquí? Ah sí, el blog, la falta de sueño… Pero mañana no habrá tampoco que levantarse muy tarde, ¿no? Bueno, da igual, no tengo nada mejor que hacer… Qué depresión de verano.  Otros están locos porque llegue… A mí me es indiferente…. Salvo agosto. Agosto mola. Imagino. Si, agosto mola. Mi pueblo mola. Pero junio y julio acaban haciéndose pesados. Quizá es que no sepa vivir. Puede ser. A todo se aprende. O no. Ya no hay nadie en Whatsapp. Acabo de consultar un par de webs que me interesan. Nada. Tampoco nada. Nada absoluta. 2:44. No somos nada. Desapareceremos sin dejar rastro, sin que nadie se acuerde que hemos pasado por aquí. Empiezo a delirar… O a mostar lucidez. ¿Quién sabe? Nadie sabe. Nadie sabe nada. Yo no sé escribir, no sé vivir… y aquí sigo. Luchando contra algo que no sé exactamente que es. He luchado por muchas cosas… No sé hasta qué punto he ganado alguna vez. La mayoría he perdido, y hay una batalla que todos en la vida perdemos. Decadence, Disturbed, me encanta esta canción. Me vale para cambiar de pensamiento… Esto es inútil, no me sale nada. Slowly recall all your mind… Quizá no tan lentamente. Viene todo de golpe. Te sobrecoge. Veo algo suyo y el corazón se me encoje. Qué pena… Con lo que yo he luchado. No quiero verme así, no quiero verte así… Cuatro días. Alea jacta est. Y lleva echada ya mucho tiempo. Es lo que tiene ser un iluso. En fin, soy así. Doy pena. Quedan todavía 20 minutos de disco de Disturbed… No debería aguantar tanto. Debería irme a dormir. Recuerdos, solo recuerdos, y nada para escribir… Vivir así da asco. Menos mal que todavía alguien se empeña en hacerme sonreír de vez en cuando… Gracias, de verdad. Estoy sudando… Hace calor, aunque hoy todo el día no ha hecho buen tiempo que digamos. Estoy hablando del tiempo. Que deprimente. Sí, aún más deprimente. Y mira que la cosa estaba difícil. Me supero a mí mismo… Quizá eso sea una de las pocas cosas buenas que tenga. Bah, ¿para qué seguir aquí? Me aburro a mí mismo. 2:52 A.M. 25 minutos y no me ha salido nada. Que malinterpretable es eso. Pero no, no interpretéis mal. Eso otro ni de coña. En fin… autoestima nivel -1, como siempre. ¿Para qué variar? Pocos motivos tengo para hacerlo. Mi vida se ciñe a ser una máquina productora de buenas notas. Poco más. Ah sí, lo de hacer feliz a los demás, pero eso es por convicciones morales, las cuales, bien mirado, me sobran en cantidad. Pero bueno, eso no lo puedo cambiar. Si a las 3 no me ha salido nada, me voy a la cama. Y la cosa no pinta muy bien. Ella. Poesía… No. Hice una, y mejor no hablar del tema. La gota que colmó el vaso. O no. Yo diría que sí. Pero bueno, no lo sabré nunca. O se lo puedo preguntar. Que difícil va a ser… No pensar, lo mejor es no pensar… Pero es muy difícil. Somos humanos, estamos hechos para pensar. Sin pensar estaríamos extintos. Y cuánto mejor le iría al mundo, realmente. Y luego que digan los de Coca-Cola que el ser humano es extraordinario… Me hacen vomitar, en serio. Me quedan tres minutos para que sea capaz de escribir algo. Fracaso… Bueno, lo intentaré mañana. A ver si hay más inspiración. La cosa no creo que pinte mucho mejor, pero bueno, que no sea por no intentarlo. Que no sea por no intentarlo... ¿Cuántas veces habré dicho esa frase, para que al final siempre me pase lo mismo? Al final es. Pero al menos no es por no intentarlo. Dos minutos. Sigo intentándolo, pero nada. Estaré cansado y desganado, desilusionado, un poco de todo. Aunque bueno, siempre hay algo por ahí que te hace cambiar de opinión, aunque solo sea un rato. Ahora que estoy solo, aburrido y sin inspiración es difícil… Pero hay ese algo, y tiene nombres. Son las tres. El papel en blanco. Definitivamente no valgo como escritor. Mañana será otro día. Eso espero.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Vida


Viento que golpea tu rostro
En vez de brisa que acaricia tu pelo.
Lluvia que daña y que molesta,
En vez de ser fino rocío.
Sol que arde y tu piel quema,
Pero no calienta tus días de invierno.
Palabras que quieren decirse
Pero que no son necesarias.

Palabras que sobran,
Porque habla el corazón.
Y cuando calla el corazón,
El silencio dice todo.
Lo dice todo, y en verdad,
No puede decir palabra,
Porque cuando calla el corazón,
Nosotros ya no somos nada.

¡Hable el corazón mientras se viva!
¡Ame mientras viva  y sea amado!
El amor al odio lleva,
Mas es camino de ida y vuelta.
Amar se puede sin vivir,
Pero no se puede vivir sin amar.

sábado, 15 de diciembre de 2012

2018


Se acabó. Nunca supimos valorar lo que teníamos, y ahora lo hemos perdido. Y demasiado que había aguantado. Cierto es que una madre tiene paciencia y amor infinito por sus hijos, pero todo tiene un límite. Hemos matado a nuestra madre. Se acabó. El ser humano se ha autodestruido. No queda más vida que aquella que nunca ha hecho mal a nadie. Las plantas, algunos animales, y algunos afortunados (o no) humanos. Se veía venir. Sigo vivo, pero no sé realmente por qué. He participado, como todos los humanos, en el asesinato de mi madre Tierra. Pero no he sido castigado.

Desolación, muerte, falta de vida, no soy capaz de ver otra cosa… Pero en mis pensamientos apareces tú. Me niego a pensar que ya no estas, que has sido castigada. Tú no has hecho jamás mal a nadie, y sé que no eres capaz. No… sé que estás por aquí, por algún lugar… y te voy a encontrar. La Naturaleza es sabia… y si no me ha matado, es porque tú tampoco has muerto… Y te voy a encontrar.

Llevo dos días andando casi sin descansar… Sé que estarás allí, mirando al mar, llorando porque lo has perdido todo… Pero no todo está perdido.

Tercer día, empieza a oler a sal.

Oscuridad. No hay apenas seres humanos sobre la faz de la tierra, pero aunque haya quien no lo crea, el día y la noche siguen apareciendo igualmente. Estoy exhausto… Pero sé que estás ahí, sentada  en la roca… Preguntándole a tu madre por qué, y sabes que no te vas a ir hasta que obtengas respuesta. Crees que jamás te responderá, pero la respuesta la tienes a tres metros de ti.Si, han pasado días, no has visto más vida que la del mar y tu esperanza de encontrar un por qué se desvanece. Aún no lo sabes, pero te queda apenas un metro. Si, has notado un golpe en la espalda. Soy yo. 22 de junio. Feliz cumpleaños.

Aun cuando todo parece acabado, siempre hay una cosa que es imposible destruir: el amor de verdad.

viernes, 5 de octubre de 2012

Me da igual


Me da igual –decía--. Me da igual lo lejos que estés. Me da igual, en kilómetros, metros, centímetros, en número de moléculas de aire que nos separan, me da igual. Aunque tuviera que ir a la luna a besarte, no me iba a importar si de verdad estuvieras ahí. Aun así, no estás tan lejos: respiramos el mismo aire, nos ilumina el mismo sol, vemos las mismas estrellas… A mi solo me falta ver dos estrellas que solo tú me puedes enseñar, porque las tienes encima de tu nariz. Son las únicas dos estrellas que no nos iluminan a los dos y mi único objetivo en esta vida es que lo hagan. Necesito ver esas estrellas, mirarte a los ojos… Tocar tu pelo, besar tus labios… Lo necesito. Escuchar de tu boca un te quiero… No hace falta que grites, susúrralo, porque lo voy a escuchar igual, porque no lo escuchan mis oídos, lo escucha mi corazón. Sí, ese corazón que dejó de ser mío el día que te conocí, ese corazón que espero que cuides como el más preciado de tus bienes, porque yo haría lo mismo con el tuyo, y espero hacerlo, porque yo ya no tengo corazón. Mi corazón es tuyo, y necesito tu corazón para seguir viviendo. Tan solo pido que me des un hálito de aire con un beso, que me ilumines con tu mirada, que me permitas vivir con tu corazón… Vivo por y para ti, y vivir sin ti, no es vivir. El dolor y el amor son las únicas cosas que nos recuerdan que estamos vivos y yo ahora mismo siento las dos tan fuertemente, que me siento más vivo que nunca. Pero necesito tus besos para vivir de verdad.

Esto decía, tan alto como podía, aunque sabía que en realidad no le escuchaba nadie. No había nadie a su alrededor. Pero en realidad una persona si le escuchaba. Porque no le escuchaban sus oídos. Le escuchaba su corazón.